ÙLTIMO MINUTO

The Last Dance: Nosotros, los que amamos a Michael Jordan

The Last Dance: Nosotros, los que amamos a Michael JordanThe Last Dance, más que el último baile, fue el último viaje hacia un mundo ya extinguido.
Una tierra de héroes y villanos, de lealtades y traiciones, de ganadores y perdedores.
Una época de guiones perfectos e improvisaciones inolvidables. De líderes de opinión sin expertos en marketing. De trajes abombados, colores estrambóticos y celebridades con secretos escondidos.
Nosotros somos la generación de la televisión de tubo y el teléfono fijo. Somos el cassette que se lee en el lado A y lado B. El Walkman, las cámaras de fotos con rollo, los floppy disk y los VHS gastados. Somos las tardes enteras dentro del club. Somos los álbumes de figuritas, los temas musicales pedidos al operador en la radio y las cosquillas en la panza al introducir la moneda en la ranura para escuchar el tono. Somos la magia de la Commodore 64 y las máquinas de Arcade. Es lo nuestro entrelazado con lo de ellos. Mafalda, Fontanarrosa y El Gráfico. Asterix, Lucky Luke y Tintín. Somos la adrenalina de los viajes en el tiempo de Doc y Marty, el corazón de Rocky Balboa, la sapiencia de Miyagi y el terror de Freddy Krueger. Somos, también, el piano de Charly García, el alarido de Axl Rose, la transgresión de Freddy Mercury y el doloroso adiós de Kurt Cobain.
Somos los tintes fluorescentes, los raros peinados nuevos y las primeras zapatillas con cámara de aire. Las camisas dentro del pantalón, los jardineros y los jeans lavados. Somos los que aún podían esperar. Los que desconocían qué pasaba del otro lado del continente. Los que construían historias lejanas con rumores e imaginación.
Somos la generación que quiso gambetear y pegarle a la pelota como Diego. Que se conmovió con las corridas de Agassi, con los puños de Tyson, con la muñeca de Senna.
Nosotros somos los que amamos a Michael Jordan. Los que jugamos a emular su dribbling, sus tiros, y sus hazañas. Los que calculamos con una regla imaginaria la distancia irracional de un salto entre el tiro libre y el aro. Los que sacamos la lengua en el aire y contamos a la inversa, en el patio de nuestras casas, con el único fin de desactivar la bomba que nos permitió ser héroes de nuestra infancia por una tarde.
¿Te acordás lo que supiste ser alguna vez?
The Last Dance es justamente eso: un recuerdo. La bella historia del regreso perfecto a una época olvidada. El compromiso que nos invita a rever un contrato firmado con nosotros mismos. Una llamada por teléfono para comunicarnos con nuestro yo más joven y pedirle, por favor, que disfrute cada minuto, que no se pierda nada, que salga más. Que quedarse esa noche en vela para vivir esa aventura valdrá la pena. Que aproveche, que se apure, porque se termina. Un viaje de introspección a la niñez y la pre adolescencia, ticket para subirse al tren con destino a aquellos años dorados en los que aún estaban con nosotros los que ya no están. En la que todo parecía un cuento narrado a la perfección.

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